El desarrollo de aplicaciones se está convirtiendo en el encaje de varias piezas aisladas (front, back , base de datos…). Pero, para que esas piezas funcionen en conjunto, y lo hagan de forma coherente y eficiente, es necesario aplicar patrones, definir interfaces, automatizar procesos. La arquitectura nos aporta la selección de la solución más correcta, pensando siempre en la solución completa y no en una tecnología concreta, optimizando los costes y el rendimiento.

Por otro lado, las organizaciones se enfrentan al reto de desarrollar muchas aplicaciones, totalmente aisladas unas de otras. Gracias a una buena definición de arquitectura empresarial podemos detectar sinergias, crear componentes reutilizables que agilicen el desarrollo, industrializar procesos que deberían ser comunes entre aplicaciones y, lo más importante, establecer una línea de evolución tecnológica de la compañía a corto, medio y largo plazo.